Artículos



COLOMBIA SE HUNDE POR ALGO MÁS QUE EL INVIERNO

Por: Alejandro Borráez, Unimedios
UN periódico.



La forma desordenada y sin estudios previos de los terrenos en que se construyen las vías, viviendas y demás infraestructura del país, tiene una gran cuota de responsabilidad en la tragedia invernal. El problema es que el verano podría aumentar la crisis. Según los expertos, la recuperación de las comunidades afectadas por las inundaciones y deslizamientos se debe realizar pensando en no reconstruir la vulnerabilidad que existía antes del desastre.

La Sierra, La Mojana, el Bajo Sinú y ahora Gramalote son algunos de los nombres que suelen salir a la superficie a la hora de hablar de invierno, sobre todo cuando el último cuatrimestre del 2010 marcó el año como uno de los más difíciles en cuanto a pérdidas humanas y materiales relacionadas con la ola invernal.

Según cifras de la oficina del Socorro Nacional de la Cruz Roja Colombiana, las altas lluvias generadas como consecuencia del enfriamiento del océano Pacífico, conocido como fenómeno de La Niña, han afectado a 28 departamentos del país, 710 municipios, 325 mil viviendas y 220 mil personas, incluyendo un número aproximado de 312 muertos entre avalanchas, inundaciones, deslizamientos, colapsos y hundimientos.

Las estadísticas permitieron declarar la crisis nacional por parte del Gobierno colombiano y comparar el invierno con otros fenómenos naturales de gran magnitud como el huracán Katrina.

Sin embargo, en contra de su aparición en los medios y en el ?voz a voz? de las personas, estos municipios se han hundido en una de las problemáticas que más preocupa a expertos e investigadores: las consecuencias, no solo del invierno, sino de la acción del hombre sobre la naturaleza.

La realidad de la crisis en Colombia no es un factor determinado por una represalia de la naturaleza contra la sociedad civil. Es, por el contrario, el resultado de acciones humanas que parecen haber olvidado que la naturaleza no es un enemigo, sino una herramienta para el desarrollo de las sociedades. Esa es una de las principales conclusiones de algunos expertos consultados por UN Periódico para analizar la crisis invernal.

Aunque el incremento de las lluvias durante los últimos años es adjudicado a la alteración de variables climatológicas de la Tierra, relacionadas con las consecuencias que genera, principalmente, la emisión de gas carbónico, Gerardo Ardila, director del Instituto de Estudios Urbanos (IEU) de la Universidad Nacional y líder de investigaciones sobre la expansión de Bogotá y sus bordes, entre otros estudios, aclara:
?Sabemos científicamente que hay una variación climática a lo largo del tiempo con relación al movimiento de precesión o cabeceo de la Tierra, que hace que cambien las zonas de radiación y haya más o menos concentración de calor en determinados periodos, procesos que tienen una duración imperceptible para los humanos de entre 15 mil y 20 mil años. Eso es lo que llamamos cambio climático?.

Debido a la necesidad de mantener una temperatura promedio de 15 ºC, requerida para la posibilidad de existencia de vida en el planeta, la Tierra genera gases de efecto invernadero que conservan la temperatura de acuerdo con esas características. Sin embargo, la intervención de los seres humanos en el medioambiente no había sido tan notable, pues se constituían relaciones diferentes con la tierra y su manejo.

Desde hace 200 años, explica el investigador, basado en su trabajo sobre planes de Ordenamiento y Manejo de la Cuenca del Río Grande de la Magdalena, ?la concepción sobre el manejo y la relación del hombre con la tierra ha cambiado. Hay una noción de apropiación individual del territorio, y el agua y la tierra ya no son vistos como un sistema, en gran medida porque se efectúan acciones sobre un terreno propio, sin pensar en los demás?.

?Aún hoy, en el río Bogotá o en el Sinú quedan pedazos de esas construcciones indígenas que conectaban a grandes zonas con las vertientes de modo que facilitaban el acceso al agua y se evitaban fenómenos dolorosos como los que vivimos actualmente. Por ejemplo, la desaparición de Gramalote, un municipio ubicado en la región de Norte de Santander, afectado por el movimiento de la superficie de la Tierra llamado subsidencia o hundimiento?. Sin embargo, este no es el único caso existente.

Construcciones desbordadas

El profesor Ardila expone que los hundimientos obedecen a un fenómeno creado por la expansión de los centros urbanos hacia zonas que no son aptas para el desarrollo de infraestructura. ?El crecimiento de las ciudades de manera desordenada y las supuestas necesidades de construir (vías, viviendas e infraestructura en general) han hecho que se devasten extensas áreas y se localicen grandes cantidades de personas en zonas que de antemano se sabe son inundables o susceptibles a hundimientos?. Ello revela, según él, problemas que van desde intereses económicos hasta de gobierno y factores externos a las necesidades de las personas.

?Rellenamos cuerpos de agua como bajos, chucuas y humedales para levantar el nivel del suelo y edificar viviendas, pero el agua no se comporta de acuerdo con este tipo de acciones, sino que busca por donde andar y genera situaciones como la de la Autopista Norte en Bogotá, que vive destruida por estar cimentada sobre una zona de humedal?, explica Ardila.

Sumado a las características de orden territorial y de desarrollo urbano, existen otras condiciones que favorecen el deterioro de los suelos y sus hundimientos, generando dificultades para los pobladores. Si bien la lluvia funciona como catalizadora de los procesos, no necesariamente es el factor determinante para que ocurran. El verano que se avecina en los próximos meses también puede generar condiciones para deslizamientos y hundimientos de similar magnitud a los vividos durante el fin de año, advierte el vicepresidente de la Sociedad Colombiana de Geotecnia, Mario Camilo Torres.

El directivo y profesor asistente de la Universidad Nacional indica que desconocer el comportamiento de los materiales rocosos existentes en el país ha propiciado la aparición de problemas a mediano plazo que no eran concebidos a la hora de empezar proyectos de infraestructura.

Las rocas lodosas

Conocidas en el medio también como lutitas, ?las rocas lodosas son materiales impermeables a la lluvia debido a que son arcillas compactadas, pero al secarse se dilatan, se fisuran y empiezan a degradarse?, explica Torres. En su investigación, enfocada al análisis del comportamiento del deterioro de la roca existente a lo largo de la cordillera de los Andes, desde Argentina hasta Canadá, y basado en el seguimiento de la resistencia y rigidez del material, logró determinar que el agua no es el único componente que genera el desmoronamiento del material, sino es el cambio en los ciclos climáticos lo que facilita su deformación.

Esto se evidencia en los deslizamientos y hundimientos en vías como Bogotá?Villavicencio, el sector de Puente Nacional?Barbosa, la vía Bogotá?Bucaramanga, La Renta?río Sogamoso, en la carretera Bucaramanga?Barrancabermeja, La Vega?Villeta, Guaduas, Cáqueza y Útica en Cundinamarca, y Landázuri en Santander.

?Lo que ocurrió en Gramalote también es ejemplo de esa condición rocosa. Este pueblo, ubicado precisamente en Norte de Santander, fue construido abajo de una montaña de 300 metros de altura. La zona es de antiguos deslizamientos ?de hace más de 150 años? y por lo tanto el terreno tiene grandes dificultades de deformación, ya que el suelo, proveniente de los deslizamientos de la roca, no está bien cimentado. Esto, sumado a una cierta cantidad de microsismos, desestabilizó el macizo rocoso y el pueblo se hundió en cuatro días?, indicó Torres.

Para el investigador, el problema radica en que no se están haciendo los estudios adecuados para construir, dentro de lo que se considera una etapa completamente normal de los procesos geológicos. ?Por desconocimiento, e incluso negligencia, se construye en zonas no aptas. Y va a seguir ocurriendo si continuamos haciendo vías por donde las mulas marcaron los caminos?, recalcó.

Los suelos residuales y volcánicos, así como las rocas lodosas, son quizá los tres materiales más complejos y susceptibles a degradarse. Sin embargo, su alta presencia en el país convierte a las diferentes regiones en zonas que pueden presentar problemas para el desarrollo urbano. Por eso, el investigador advierte: ?Es posible construir en cualquier lugar si se estudian los suelos y las características de los terrenos de forma adecuada, porque los problemas en zonas tan cercanas como Caldas y Antioquia no son los mismos?. Para eso, entidades como la Sociedad Colombiana de Geotecnia, Ingeominas y el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, entre otras, se encargan de adelantar investigaciones relacionadas con el tema, con el propósito de ser guía y asesorar los planes de desarrollo.

A pesar de la existencia de estas entidades, el Vicepresidente de la Sociedad Colombiana de Geotecnia denuncia la falta de respuesta de las autoridades ante el trabajo que ellos desarrollan: ?Desde 1996 se están haciendo estudios y planes para controlar un problema de hundimientos y deslizamientos, precisamente de rocas lodosas en el primer tramo de la Ruta del Sol, que comunicará la costa Caribe con el centro del país en una extensión total de 1.071 km, en los que se invirtieron cerca de 15 millones de dólares. Ahora se invierten otros 30 millones de dólares para construir un falso túnel, que se convertirá en la única opción para atravesar un deslizamiento de 250 metros de longitud. Todo por no hacer los estudios previos detallados en función de la naturaleza geológica y geotécnica de los materiales. Nosotros habíamos enviado una sugerencia (en el 2008), con el estudio de una variante, pero nunca recibimos respuesta?.

Lo que enseña el invierno

A pesar de las cifras, los casos dramáticos y la sensibilización frente al tema, que movilizó históricos aportes de colombianos y organismos internacionales, el director del Socorro Nacional de la Cruz Roja, Carlos Iván Márquez, resalta que el invierno ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de las poblaciones en cuanto a infraestructura. ?La temporada de lluvias nos permite ver cómo se ha hecho, se hace y se hará el tema de la infraestructura, porque es el mejor interventor del desarrollo urbano en cuanto a vulnerabilidad?, asegura.

El director cuestionó la aplicación de las normas establecidas para la construcción en las regiones, como los Planes de Ordenamiento Territorial (POT), herramientas concebidas para integrar la planificación física, socioeconómica y ambiental, de la mano con el avance urbanístico de las regiones: ?A veces se cree que las acciones están hechas, pero en muchas ocasiones todo queda en la teoría y no en la práctica?.

Sin embargo, desde su experiencia en la atención de emergencias, destacó la falta de conciencia como uno de los factores determinantes para que sucedan tragedias en el país: ?Durante todo el año, nosotros como encargados de la prevención de las emergencias estamos trabajando para que las poblaciones, los edificios y las casas tengan planes de evacuación que reduzcan la vulnerabilidad ante riesgos que son evidentes, pero no se hacen, hay falta de compromiso y de conciencia con cosas tan sencillas como un plan de emergencias?.

?No podemos evitar que los vientos monzones generen lluvias o calor con fenómenos como El Niño y La Niña?, advierte el geotecnista Mario Camilo Torres, ?lo que sí podemos hacer es mitigar ese impacto, y ahí sí hay mucho por hacer?. Para ello, invita a las personas a estar al tanto de los POT, que ?si bien pueden tener fallas, son la base para evitar situaciones como las presentadas durante la reciente ola invernal?.

En conclusión, el profesor Gerardo Ardila cita uno de los casos más preocupantes de Latinoamérica, para hacer un llamado a la reflexión y a implementar medidas que eviten el crecimiento de la problemática en el país:
?Desde 1936, México ha venido experimentando un proceso de subsidencia (o hundimiento) de más de 7 metros, debido a que las fuentes hídricas superficiales se secaron por malas decisiones y entonces hay que traer el agua de otras, entre ellas las subterráneas, con la consecuencia obvia de que esas arcillas expansivas y el desecamiento de los acuíferos ocasionan pérdida de volumen y hundimiento de los valles?. El abuso de dichas aguas en Colombia ha venido aumentando, y precisamente es lo que debemos evitar.

Arte Erótico Precolombino